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Jerusalén ha perdido toda su hermosura y majestad. Sus principales ciudadanos son como ciervos hambrientos que buscan pastos, sin fuerzas para seguir huyendo de sus perseguidores que les pisan los talones.

Y ahora, en medio de toda su aflicción, Jerusalén recuerda toda su historia de sufrimiento, como cuando cayó en poder del enemigo y nadie la ayudó, y cuando sus enemigos vieron su caída se burlaron de ella.

¡Tantos son los delitos de Jerusalén que parece imposible volver a restaurarle su honra! Todo aquel que la honraba ahora la desprecia, pues la ha visto insignificante y humillada. Ahora sólo llora y no se atreve a dar la cara.

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